Entradas

Mostrando las entradas de agosto, 2022

Colibrí y otros cuentos de Liz Osorio

Imagen
  Colibrí   Todas las mañanas mi tía dedica horas a sus rosales, sabe que las pequeñas aves se acercan a ellos hasta saciarse. Después escuchamos el tío Juan. Ella lo conoció en un taller literario, la cautivó escucharlo narrar la leyenda del colibrí: por los dioses creado, jade y flecha, tiene por tarea llevar mensajes de amor. Él dice que algunas personas al morir pueden transformarse en un ser diferente para quedarse. Nos mantiene embelesadas con sus relatos, aunque no le creo. Mis tíos, desde muy temprano abren sus ventanas. Después pasan horas sentados en el mueble de petatillo, gotas de tristeza caen sobre sus mejillas, recuerdan el trágico accidente en donde tuve múltiples fracturas y un dedo del pie cercenado. Me hallan entre las flores, agitando mis alas.    ... Nuevo hogar   En la helada planicie, un espectáculo impresionante, miles de aves emperadores forman colonias para mantenerse calientes. Pronto dejará de verse.   ...

Árbol monstruo niño árbol-Mariana Torres

Imagen
  Aún no sabemos cómo Óscar llegó a comerse la semilla, ni llegamos a descubrir de dónde la sacó. Tenemos aún menos respuestas para explicarnos cómo pudo el árbol crecerle por dentro, germinar la semilla sin impedimentos, dijo el doctor, en la boca de su estómago, regada solamente por los jugos biliares del niño. Y es que a los siete años, también nos dijo el doctor, los estómagos funcionan así de bien. El cuerpo de nuestro Óscar –aún era nuestro Óscar entonces– permitió que el árbol creciera, que las raíces se extendieran por los intestinos y que el tronco fuera estirándose delgado, ceremonioso, a lo largo del esófago hacia la boca, las ramas buscando la luz del sol. Lo que sí sabemos, o queremos creer, es que el árbol no pretendía hacerle ningún daño, que ese árbol monstruo –como lo llamo a solas cuando me miro al espejo, aún avergonzada por lo que hicimos– le amaba. De alguna forma, Óscar y el árbol monstruo eran una sola cosa, eran parte. Y así las ramas que le crecieron por la...

Pulpo en su tinta y otras formas de morir de Will Rodríguez

Imagen
  Pulpo en su tinta (receta para dos) A tía Georgina y sus platillos Disuelvo la tinta en vinagre. Destapo otra lata de cerveza. Salud. Golpeo al pulpo con una botella, quedará más suave; lo lavo con agua y limón. Llegaste muy tarde anoche, imbécil, con perfume, infiel... Salud. Lo meto a la olla caliente, para cocerlo en su jugo. Pongo a tostar cominos, hojas de orégano, clavos, pimientas de la grande y de la chica. Y yo de estúpida cocinando tu platillo favorito, como si no estuviera harta de ti; y de mí contigo... Licuo los condimentos y los mezclo con vino blanco. Le quito la piel al pulpo con indiferencia, la misma que tuve para conquistarte; la mejor receta para atraer a alguien es fingir desinterés. Así llamé tu atención, ¿recuerdas? Tomo el pulpo y lo dejo reposar. Pico un atado de perejil, tres tomates rojos, un pimiento verde, cuatro dientes de ajo y una cebolla grande... Lloro. Salud. Lo único que te interesa de mí es la cocina. Me he puesto gorda gracias a tu pasión...

Igualito al de Jacques-Carlos Chuc

Imagen
  A Juanita y Vicentita   Entramos a la heladería. Por mi cumpleaños me dejó comer cuanto helado quise, además me obsequió un libro de Jacques Cousteau. Él fue un buzo que escribía y dibujaba. En el Mar del Sur vio un pulpo del tamaño de su barco; sus tentáculos, a la luz de la luna, parecían una hilera de bombillas verdes. –No hay que creer todo, porque en medio del océano uno puede imaginar cualquier cosa –dijo Carol al notar mi asombro, y me limpió el bigote de coco. El pulpo es un molusco. Hoy que fuimos a la playa lo comí en ceviche. Después fuimos al zoológico. El camello parecía muy triste. Creo que extraña el desierto y a sus amigos, o que alguien le acaricie la joroba. Carol sabe mucho; dijo que se le conoce como dromedario y pertenece a la familia de los rumiantes. Ya en casa y mientras ella se arreglaba, me anunció que Juan vendría con el pastel. –Es mejor que Jacques. En una ocasión, logró pasar un camello por el ojo de una aguja –presumió. Yo estab...

Luna negra-Celia Pedrero

Imagen
  Y sintió que le asfixiaba la rutina de su vida, los recuerdos, el pasado, rostros de gusto ácido en la boca. Hijos y marido le habían descuartizado el lado pequeño del cerebro que le permitía pensar. Se sentía como alcancía llena, repleta de domingos, de lunes de clases; una cama para las cogidas, una sonrisa descongelada para los amigos de los sábados por la noche. En el estómago se le revolvieron los pagos vencidos, la lista del súper, la invariable cara de su suegra… Estaba asqueada. Se metió un dedo hasta el principio de la garganta… ¡Qué alivio! Qué bueno vomitar la mar de insatisfacciones. Sin embargo, aún así regresaron los mismos sentimientos, —quizá nunca se irían. La piel quemaba. El cuarto se estrechaba más y más, ¡y ese dolor punzando su cabeza! Abrió la puerta. Caminó la breve distancia a la calle. Allí, respiró hondamente, pero sólo logró hacer palpitar sus sienes, al punto de sentir casi reventar las venas. Pareció entonces que sus piernas cobraron voluntad...