Colibrí y otros cuentos de Liz Osorio

 



Colibrí

 

Todas las mañanas mi tía dedica horas a sus rosales, sabe que las pequeñas aves se acercan a ellos hasta saciarse. Después escuchamos el tío Juan. Ella lo conoció en un taller literario, la cautivó escucharlo narrar la leyenda del colibrí: por los dioses creado, jade y flecha, tiene por tarea llevar mensajes de amor.

Él dice que algunas personas al morir pueden transformarse en un ser diferente para quedarse. Nos mantiene embelesadas con sus relatos, aunque no le creo.

Mis tíos, desde muy temprano abren sus ventanas. Después pasan horas sentados en el mueble de petatillo, gotas de tristeza caen sobre sus mejillas, recuerdan el trágico accidente en donde tuve múltiples fracturas y un dedo del pie cercenado.

Me hallan entre las flores, agitando mis alas.

 

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Nuevo hogar

 

En la helada planicie, un espectáculo impresionante, miles de aves emperadores forman colonias para mantenerse calientes. Pronto dejará de verse.

            Los habitantes se reúnen en una base para reflexionar sobre escenarios catastróficos: invasiones, guerras, armamentos, fenómenos naturales, pandemias. Toman una decisión.

            Esperarán a que las gélidas aguas sean tocadas por el escaso brillo de luz para comenzar el viaje.

             En el espacio exterior, tras un cielo suspendido por la oscuridad, se acercan a lo que imaginan podrá ser su hogar.

            El más experimentado de ellos señala la tercera órbita del sol. Divisan una masa azul.

 

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Ritual

 

La curiosidad se hizo presa de nosotros, saber si existen los aluxes. Dicen que son espíritus de la naturaleza.

            El brujo maya pidió a Erik nueve gotas de su sangre para mezclar con el barro virgen y establecer un vínculo con la creación de su alux. Después de la última ceremonia, mi amigo levantó un altar, colocó la estatua y dejó una ofrenda.

            Había luna llena cuando nos internamos en el monte con la idea de ver al alux. Erik siguió las indicaciones que le diera el chamán, arrojó de espaldas al maíz, sacó el espejo para mirar atrás y esperamos.

-Nada, amigo, todo es un invento del hombre-me dijo.

Emprendimos juntos el regreso, una fuerza extraña me impedía voltear a verlo, el claro de luna proyectaba la sombra de Erick, ya no era la misma.

 

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Celda 33

 

Rebeca necesita documentos que se encuentran en las cajas de archivo muerto, pregunta al vigilante en donde puede encontrarlas. Él le comenta que existen muchas celdas que funcionan como bodega.

            Seguro tiene poco tiempo en el trabajo y desconoce. Estas oficinas funcionaron como reclusorio hasta 1979. En las galeras se escuchan ruidos y se ven sombras extrañas. Es todo un misterio lo que envuelve este sitio. Se sabe que la celda 33 fue ocupada por una mujer que tiene un lunar muy peculiar. Ella dio a luz, en su último suspiro escuchó decir que fue una niña. Nunca se supo que sucedió con la pequeña.

            En la bodega se respira un olor trágico. El vigilante desaparece. Una figura fantasmal se aproxima, recorre los anaqueles, parece buscar algo. Rebeca permanece inmóvil, cierra los ojos, siente una mano fría que le acaricia el rostro. Piensa que todo es una alucinación.

            Atónita, regresa a su lugar de trabajo, pide una disculpa por no traer los documentos. Un pastel está sobre el escritorio para celebrar su cumpleaños, que no la distrae del deseo de saber de su madre. La amiga sonríe, descubre que rebeca tiene algo en el cuello en forma de araña.

 


Colibrí, 2022


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