Náufragos-Cristina Peri Rossi
Estaba a punto de ganar la costa, cuando escuché los gritos de una mujer que pedía auxilio. Con gran dificultad había conseguido acercarme a la playa, y no tenía intención de retroceder. Fue cierto sentimiento de vanidad, de suficiencia, más que la generosidad, lo que me llevó a cambiar de parecer. Oscurecía, el cielo amenazaba tormenta, y hubiera sido más fácil nadar unos metros más hacia la orilla. Pero yo ya estaba salvado, y nada hay más peligroso en este mundo que un hombre que ha vuelto a nacer: en su interior, está convencido de que ya nada grave le ocurrirá y especialmente, sospecha que su salvación se debe a ciertos méritos personales — la astucia, la inteligencia o la imaginación — a partir de los cuales es invencible. Pronto olvidé que era un sobreviviente y las fatigas que eso me había causado: retrocedí con arrojo, con el excedente de vida que me sobraba. El mar estaba picado y una luz confusa, amarillenta, presagiaba vientos y relámpagos...