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Mostrando las entradas de diciembre, 2021

El Albedrío de la Anestesia - Jesús Guillén-Luna

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  —Y a esto llegó el mundo, Cedric, a comprar emociones para sentirnos más humanos… ¿qué carajo significa eso? —dice Omar, mientras su mirada se hunde en los empaques metálicos de la máquina dispensadora—. Nacemos emocionalmente anestesiados para controlarnos y obligarnos a comprar sentimientos como si fuesen golosinas. —Sí, a esto llegamos… y aquí estamos, ¿no es así? —responde Cedric, que enciende un cigarrillo de neón con su mechero láser—. Si tanto te molesta, ¿por qué demonios nos detuvimos en una despachadora de emociones? —la monotonía en sus voces es tan contundente que pareciera que no hay emoción alguna en sus palabras. —Sabes que yo no tomo estas mierdas —Omar toma un par de monedas y las inserta en la máquina. Selecciona los botones R, 12 y 21. Los resortes de la dispensadora giran en sentido a las manecillas del reloj y arrojan dos empaques metálicos—, pero son estúpidamente útiles para cosas como las que vamos a hacer. Omar levanta los empaques y los coloca just...

Los recuerdos del porvenir-Elena Garro

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  I Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Solo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga. Desde esta altura me contemplo: grande, tendido en un valle seco. Me rodean unas montañas espinosas y unas llanuras amarillas pobladas de coyotes. Mis casas son bajas, pintadas de blanco, y sus tejados aparecen resecos por el sol o brillantes por el agua según sea el tiempo de lluvias o de secas. Hay días como hoy en los que recordarme me da pena. Quisiera no tener memoria o convertirme en el piadoso polvo para escapar a la condena de mirarme. Yo supe de otros tiempos: fui fundado, sitiado, conquistado y engalanado para ...

Cascada - Ricardo Guerra de la Peña

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  Mamá nos llevó a pasar unos días a la Torre de Acapulco durante las vacaciones de verano del 97. Papá no nos acompañó por una supuesta entrevista de trabajo. Desde el balcón del departamento, que nos solía prestar mi abuelo, se alcanzaba a ver hasta qué parte la playa se convertía en selva. Desde ahí fantaseaba con lo impresionados que estarían mis maestras y compañeros de la primaria si pudieran ver lo que yo. Quería que supieran que pese a llegar en un carro jodido y vivir lejos de las zonas bonitas de la Ciudad de México, mi hermano y yo no podíamos ser los alumnos más pobres del colegio si teníamos la mejor vista de Acapulco. Mamá bajaba antes del amanecer para apartar con toallas tres camastros frente a una alberca gigantesca. Podíamos tardar hasta media hora en recorrerla cuando jugábamos al taxi. Yo me sujetaba de un chorizo flotador que mi hermano, asumiendo el papel de chofer, jalaba alrededor de la alberca. El viaje terminaba cuando llegábamos a la parte más honda, en...

Una amistad sincera - Clarice Lispector

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  No es que fuésemos amigos desde hacía mucho tiempo. Nos conocimos tan solo en el último año de la escuela. Desde ese momento estábamos juntos a cualquier hora. Hacía tanto que necesitábamos a un amigo que nada había que no nos confiáramos el uno al otro. Llegamos a un punto de amistad en que ya no podíamos esconder un pensamiento: enseguida uno llamaba por teléfono al otro, marcando una cita inmediata. Después de la charla, nos sentíamos tan contentos como si nos hubiéramos regalado a nosotros mismos. Ese estado de comunicación continua llegó a tal exaltación que, el día en que nada teníamos para confiarnos, buscábamos con cierta aflicción un asunto. Solo que el asunto tenía que ser serio, pues no cabría en cualquiera la vehemencia de la sinceridad experimentada por primera vez. Ya en ese tiempo aparecieron las primeras señales de perturbación entre nosotros. Algunas veces uno llamaba por teléfono, nos encontrábamos, y nada teníamos que decirnos. Éramos muy jóvenes y no sabíamo...